Por su proximidad con la ciudad de Durango- a solo 58 kilómetros de la capital del estado, siguiendo la carretera federal número 45 con destino a Zacatecas-, el pueblo de Nombre de Dios, es uno de los más visitados en la región. Las referencias históricas más importantes acerca de Nombre de Dios, comienzan en 1562, cuando el capitán Francisco de Ibarra fundó el poblado. No obstante, para ese entonces, el fraile Jerónimo de Mendoza ya había desarrollado una intensa labor de evangelización con los nativos de la zona. Para apoyar este trabajo arribaron más franciscanos y paulatinamente, el pueblo se fue colmando de iglesias y otras construcciones sacras. A final de cuentas, Nombre de Dios se transformó en una base estratégica para la colonización del noroeste de la Nueva España.
En este atractivo pueblo duranguense, aún se mantienen en pie, vestigios como los de la Iglesia de San Francisco, la Iglesia de Santiago Apóstol, el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y la Capilla de la Purísima Concepción, con su notable techo de viguería. A no más de cinco kilómetros, al oriente de Nombre de Dios, se levanta la barroca capilla de la hacienda de Juana Guerra. Es una grata construcción, que cautiva a los exploradores de Durango, con su breve torre de campanario de un solo cuerpo.
Entre los indígenas que vivieron en Nombre de Dios, existió una comunidad de purépechas provenientes de Michoacán. Ellos edificaron su templo particular: el de Jesús de Nazareno, con su portada de cantera labrada y sus decorados de querubines. En su interior se atesoran numerosos tesoros de arte novohispano. Además, cuenta con tres grandes Cristos, un lienzo de grandes proporciones que representa las Ánimas del Purgatorio, una bella escultura del Señor del Árbol de la Vida, y una bizarra reliquia: el cráneo perforado de un célebre cacique, Uraján de Luna, quien falleciera por un golpe de pico en el siglo XVII.
Aparte de tan hermosas iglesias, el pueblo de Nombre de Dios destaca por sus cestos elaborados con corteza de sauce, carrizo, cuero de toro y taray. Además, la gastronomía de esta comunidad duranguense es por demás deliciosa. Algunos de los postres más ricos de Nombre de Dios son los dulces cristalizados, el perón, membrillo y los orejones de calabacita. También recomendables son las típicas gorditas rellenas de diversos guisados. Bebidas como el mezcal y el vino de frutas, son infaltables en la mesa de los habitantes de Nombre de Dios.