En la distancia se observan densas cortinas de lluvia, asperjando altos bosques, en tanto la niebla esconde las montañas, como una revelación oculta en el más enigmático misterio. Este es el panorama cotidiano durante la temporada de lluvias en Nahá y Metzabok, dos impresionantes santuarios ecológicos en el corazón de la selva lacandona, en el estado de Chiapas. En los valles toman forma corrientes de agua, que de inmediato se infiltran en el complejo drenaje del subsuelo, para luego manifestarse en preciosas lagunas que, precisamente, le dan su nombre a estas dos zonas de protección de la biodiversidad de la región.
Por su enorme diversidad biológica, estas dos áreas están sumergidas casi por completo en bosques nubosos, bastante húmedos y de accidentado relieve. También proliferan en ellas, elevadas selvas de follaje permanentemente verde, con plantas trepadoras, musgos, líquenes y abundantes variedades de orquídeas y bromelias. En lo tocante a la fauna, buena parte de las que se encuentran allí, se encuentran protegidas por la ley, como el pajuil, la tucanera verde, el quetzal, la cigüeña jaribú, el loro cabeza blanca, la garza tigre, el hocofaisán, el gavilán nevado, la chachalaca, y el tucán negro.
En Nahá y Metzabok también habitan varios tipos de reptiles y mamíferos en riesgo de extinción, como el jaguar, el tlacuache acuático, el mono araña, el mono aullador, el ocelote, la tortuga blanca y el tapir. Como especies calificadas en peligro de desaparecer hay que mencionar a los geckos manchados, leoncillos, grisones, puercoespines y ardillas voladoras.
Ambas áreas protegidas se localizan en regiones no fáciles de alcanzar, en el municipio de Ocosingo, a unos 112 kilómetros de Palenque. Y aún cuando solo existen por la zona caminos de terracería, casi imposibles de transitar en tiempos de lluvias- esto es, de marzo a diciembre-, se trata de lugares excelentes para la práctica del trekking, el avistamiento de aves, los recorridos a diminutas áreas arqueológicas- prácticamente desconocidas-, y las actividades recreativas propias de los sitios ribereños en las lagunas de Metzabok y Nahá.
Quien explore en estos santuarios de vida silvestre, tendrá la ocasión de conocer de primera mano el mundo de los indígenas lacandones, los cuales ostentan valiosos remedios curativos y un gran talento para la producción de artesanías. Por otra parte, es importante saber que tanto Nahá como Metzabok se encuentran amenazados por la sobreexplotación de sus recursos naturales y que, por ello, requieren ser respetados y protegidos al máximo.