La relación entre el turista y el destino que visita es bastante singular y analizarla nos ayuda a entender porque razón ciertos lugares despiertan más admiración e interés que otros. No es sencillo de comprender la dinámica que se presenta entre los turistas y un destino por conocer y disfrutar. La razón principal de esta complejidad es la gran diversidad de circunstancias que intervienen en ello. Pero he aquí que un tercer elemento, además del turista y el destino turístico, nos ayuda a entender tan particular dinámica: el hotel, el medio de alojamiento que se utiliza para pasar esas vacaciones tan esperadas. En lo que sigue vamos a analizar el papel de cada uno de los tres elementos involucrados y posteriormente ensayaremos una propuesta, derivada de lo primero: los hoteles boutique, por su particular propuesta de alojamiento, intensifican la vivencia turística que puede experimentarse en un destino.
En este tenor, en primer lugar tenemos al turista ¿Qué es lo que más define a un individuo como turista? Podrán ser un deseo por viajar, por conocer lugares nuevos o gente distinta. En última instancia vamos a considerar al turista como aquel a quien le hace falta algo, un sujeto con ciertas necesidades que decide solventarlas en un lugar diferente al habitual. Esta imagen del turista será el punto de partida para comprender el sentido que tiene una cabal experiencia de vacaciones.
En segundo lugar tenemos el destino por visitar, más allá de sus diferentes atractivos, lo que hace “turístico” a un destino bien podría ser la combinación de distintos factores, que hacen único a ese lugar. Por ejemplo, Acapulco es destacado porque tiene ciertos atractivos: La Quebrada, sus playas, el río Papagayo, la Avenida Costera Miguel Alemán, etc., que lo vuelven un sitio único y por ello mismo, sumamente valioso.
Llegamos ahora al tercer elemento, el hotel, el sitio al que llegan los turistas y que les ofrece un progreso particular al destino visitado. La mayoría de los destinos turísticos cuentan con grandes complejos hoteleros, y aunque son cómodos y divertidos, tienden a la uniformidad en sus servicios y a motivas que los viajeros tengan el deseo de conocer el destino en el que vacaciona, por tenerlo todo en tales hoteles.
Los hoteles boutique en cambio, por sus condiciones esenciales (una atención personalizada, múltiples amenidades, abundante belleza en el diseño, muchas obras de arte y por lo general edificios de gran valía histórica) tienden a ofrecer a los visitantes, lo esencial del destino a visitar, un poco de todo lo bueno, los atractivos, que allí se encontrarán.
Es así como los hoteles boutique, por su particular propuesta de alojamiento, fomentan de la mejor manera posible la experiencia turística de los viajeros, al ofrecer mucho de lo mejor que ellos como turistas necesitan, a través de un conjunto de ventajas que integran algo único, como lo hacen precisamente los mejores destinos vacacionales.