La parte norte del territorio sonorense es un espacio dominado por el desierto. Hasta allá justamente se internaron los misioneros españoles para la evangelización de los indígenas. Pero además, también lo hicieron los aventureros y buscadores de oro y plata. Todos ellos se aventuraron en esta áspera geografía, con el deseo de hallar los enormes tesoros de los que hablaron los primeros exploradores.
Andando por la ruta de los misioneros, saliendo desde Hermosillo con rumbo al noreste, primero hallamos la tranquila comunidad de Ures, la cual fue fundada en el año de 1644 por los religiosos jesuitas. No mucho más lejos hallaremos a Baviácora, si bien ya no está en pie, el edificio sede de la antigua misión. En este lugar es posible admirar una preciosa iglesia del siglo XIX, la cual tiene una especial proyección mudéjar.
Pero el sur de Sonora también tiene su particular encanto y muchos antecedentes históricos. Por ejemplo, allí sobresale la comunidad de Álamos, la cual es bella y fascinante. Para quienes tengan el deseo de explorar aún más la geografía sonorense, les aconsejamos conocer comunidades como Yécora, Sahuaripa y Arivechi, localizadas en la Sierra Madre Occidental, en un entorno de paisajes incomparables.