Las haciendas de México aparecieron a lo largo del periodo de la Colonia y en los siglos inmediatos. La producción que manejaban estaba condicionada por lo que se podía trabajar en las tierras que comprendían y el clima imperante. Algunas haciendas de México se ocupaban a la ganadería, a la cosecha de trigo o de maíz, o al cultivo de agave para la elaboración del pulque. Por ejemplo, los hacendados de Yucatán hicieron grandes fortunas con sus plantaciones de henequén, en tanto que los hacendados de Zacatecas, explotaban las zonas montañosas del estado en busca de plata y otros metales preciosos.
La Revolución, en 1910, afectó a muchas haciendas de México, puesto que varias de ellas fueron saqueadas o incluso ocupadas por las tropas del los caudillos. En algunos casos, una vez que pasaron los conflictos, les fueron devueltas a sus propietarios. Como quiera que sea, varias de las más importantes han sido preservadas o bien, sometidas a una profunda restauración para ser convertidas en elegantes hoteles, para el disfrute de los viajeros y turistas.
Al ser recuperadas de esta manera, las haciendas de México vuelven a tener su antiguo esplendor, y en su faceta de centros de hospedaje y descanso, cumplen cabalmente con las expectativas de los huéspedes y visitantes. Varias haciendas mexicanas cuentan con campos de golf y otras con excelentes servicios de spa. La propuesta básica que nos ofrecen las haciendas de México, desde una perspectiva turística, es combinar la historia con el turismo cultural, para el disfrute de las personas que las descubren.
Haciendas como la de Temozón, San José Cholul, Santa Rosa de Lima, Xcanatún, de los Santos, San Gabriel de las Palmas y de Cortés, por mencionar solo algunas de las más relevantes, luego de cambiar de propietarios en numerosas ocasiones, de ser objeto de expropiación por parte del gobierno, de ser abandonadas por completo o rematadas, incluso en Internet, han sido rescatadas por visionarios emprendedores, a finales del siglo XX. Luego han comenzado a funcionar como hoteles, algunos de ellos de lujo y con comodidades y servicios de gran excelencia. Otras, simplemente brindan un hospedaje digno, eficiente y accesible para todos. Lo que sí comparten todas las haciendas de México transformadas en hoteles, es la voluntad de combinar arquitectura y naturaleza, para la creación de espacios sugestivos, capaces de fascinar a los turistas más exigentes, con su notable ambiente de sensualidad.