Si lo que se busca es aprender más sobre de la cultura oaxaqueña, basta con acercarse a sus festividades tradicionales o pasear por sus diferentes comunidades. En Oaxaca se pueden encontrar bellos hoteles y otros servicios turísticos que, además de hacernos más agradable la estancia en este estado del país, nos permitirán indagar por las tradiciones más antiguas del lugar. Una muestra de este rico patrimonio intangible, la tenemos en la leyenda del Callejón del Muerto.
En la Oaxaca de los tiempos novohispanos, en una oscura noche, el ambiente era denso y sofocante. De vez en vez se escuchaban los gritos de los “serenos”, centinelas que recorrían todos los rincones de la callada ciudad. De pronto, al filo de la media noche, en un callejón se dejó oír un largo quejido, que perturbó la sorda calma.
Poco después, por el callejón del 2 de abril, avanzaba a rápido paso un hombre llevando un farol. Sigiloso, llegó a las calles del Marquesado y avanzó hasta el templo en busca del párroco. Luego de llamar varias veces, este último apareció en el umbral.
El recién llegado le dijo que en uno de los callejones localizados detrás de la Soledad, había sido asesinado a puñaladas un hombre y que deseaba confesarse en sus últimos momentos. Por esa razón, el párroco debía acudir de inmediato con el agonizante. Entonces el hombre llevó al sacerdote hasta el callejón comentado y allí fue donde halló a un sereno, con una herida mortal en el pecho.
El cura se aproximó al moribundo y lo confesó. Fue una declaración larga y tortuosa, manifestada entre espasmos de agonía. Tras absolver al herido, el cura quiso hablarle a quien lo había llevado allí. Pero en el lugar ya no había nadie. Para saber a quien habían confesado, el párroco alumbró con su farol al muerto y entonces aterrado, descubrió que no era otro, sino el hombre que lo había llevado allí.
El párroco, presa de un terror indescriptible, regresó al curato. Días después, afectado por una intensa fiebre, el sacerdote estuvo a punto de fenecer. Logró salvarse, pero a consecuencia de su siniestra vivencia, padeció para siempre una sordera total, en el oído donde había escuchado la confesión del misterioso difunto. Desde entonces quienes escuchan quejidos extraños en los sombríos callejones de la ciudad de Oaxaca, se alejan presurosos, pensando si no se trata de un nuevo llamado del Callejón del Muerto.
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