Uno de los elementos de los típicos paisajes mexicanos que más sorprenden a los turistas internacionales, son los colosales ahuehuetes. También conocido como ciprés mexicano, esta clase de árbol se localiza en prácticamente todo el territorio nacional.
“Ahuehuetl” es una palabra náhuatl que significa “el árbol que nunca envejece” o “el viejo del agua” y tal es el modo como los habitantes de nuestro país nombran a esta coloso de los parajes mexicanos. Los españoles por su parte, lo llaman “sabino”. Tales denominaciones nos hacen comprender la longevidad prolongada de este árbol y sus hábitos nutricionales.
No obstante, por esa misma distribución vasta que manifiesta el ahuahuete a lo largo de nuestro país, ha recibido distintos nombres regionales, mismos que nos hacen patente, la proyección que tiene este formidable árbol en el imaginario cultural mexicano. Por ejemplo, en tierras zapotecas, al ahuehuete lo llaman “yagaguichiciña”, que significa “cedro de vida larga”. En tarasco se le llama “penhamu” y precisamente, algunos nombres de comunidades mexicanas, derivan de este término tarasco- como Penjamo, en Guanajuato y Penjamillo, en Michoacán-, por lo cual, su referencia directa es ser “lugares de ahuehuetes”. Otros ejemplos de ellos son Ahuhuetitla, en Hidalgo, Ahuehuetzingo, en Puebla y Ahuehuetitlán, en Oaxaca.
Otro aspecto a destacar con respecto al ahuehuete, es su larga vida. Esta especie de árbol se distingue por tal característica, con relación a todas las que se conocen en el mundo. Un ahuehuete de cien años de vida, es un ejemplar joven, tomando en cuenta que suelen superar los 500 años de edad. Sin embargo, un record en cuanto a esto nos lo ofrece el famoso árbol del Tule, que se encuentra en Santa María del Tule, Oaxaca. Se piensa que este árbol prodigioso, tiene más de 2,000 años de edad. Pero no solo en este aspecto, el árbol del Tule es algo de obligada visita para tu próximo viaje a Oaxaca, sino que, además, sus dimensiones son asombrosas: tiene un perímetro de 31 metros y una altura total de 41 metros. Cabe mencionar que no se trata de un solo árbol como tal, sino más bien, la fusión de tres árboles, que se entreveraron con el paso del tiempo y el ímpetu de su propio crecimiento. Este fenómeno de la fusión entre diversos ejemplares de árboles, es algo habitual en esta variedad del ciprés, lo cual le otorga a los ahuehuetes mexicanos, otro motivo para tornarlos fascinantes, desde un punto de vista turístico.